Querido diario:
No es una novedad que me encante salir a disfrutar diferentes lugares después de trabajar. Me gusta viajar. No sé si lo traigo en la sangre, o será que mi abuelo Roberto me lo inculcó desde muy pequeña. Recuerdo que íbamos a comer toda la familia los lunes y como a él le gustaba tomarse una siesta de 20 minutos (no más), nos sentaba en la sala y nos hacía cerrar los ojos mientras nos narraba algún viaje y nosotros comenzábamos a imaginar. No necesitábamos salir, nuestra imaginación nos hacía transportarnos a esos lugares. Sin embargo, yo decidí no solo imaginarlos, sino vivirlos. No necesitas irte muy lejos (insisto), siempre hay lugares que están cerca y que podemos descubrir -usando nuestros 5 sentidos- para que se vuelva una experiencia inolvidable. Recuerda que lo único que nos llevaremos al morir son experiencias.
Si te cuento esto, es porque el sábado volví a tener una de esas experiencias que se quedarán guardadas para siempre. Saliendo de trabajar agarramos carretera a Guadalajara. Hay 2 opciones, irte vía CDMX- Morelia- Guadalajara, o vía Querétaro- León- Guadalajara. Nosotros optamos por la vía corta, ya que queríamos llegar temprano y disfrutar un poco de la ciudad pues solo tendríamos 24 horas en Guadalajara para gozar al máximo. Decidimos irnos vía Morelia y descubrimos grandes carreteras. Parecía niña chiquita con la cabeza fuera de la ventanilla, viendo los hermoso paisajes que dividen la carretera. Entre siembras, naturaleza, ríos y nubes logramos llegar en 5 horas a Guadalajara (NOTA: no crean todo lo que dicen los GPS, revisen 3 antes de salir ya que se vuelven locos, recordemos que son computadoras).
Guadalajara es una gran ciudad hecha y derecha, con una mezcla cultural avasalladora. En 20 minutos puedes estar tomándote un tequila en Garibaldi, disfrutando de los corredores de Tlaquepaque, o comiendo una carne en su jugo. Para mí, mucho por hacer, poco tiempo para disfrutar.
La primera parada fue Casa Fayette, una casa colonial de 1930 restaurada por grupo Habita con una decoración asombrante. El hotel se encuentra en una de las zonas más trendy de la ciudad y visitarlo es una interesante experiencia, pues sientes como si estuvieras en la casa de la abuela y en un hotel de lujo a la vez.
Y esto, además de la arquitectura, lo logran a través de algunos elementos como una mecedora (me subí y casi se me sale la lágrima ya que recordé como nos sentábamos en el pueblo a ver pasar la gente mientras caía el atardecer). Casa Fayette es sinónimo de nostalgia, elegancia y vanguardismo y aunque abrió sus puertas el año pasado, se ha ganado un gran lugar como referente de la ciudad.
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Después de dejar maletas y descansar un poco (5 minutos, no más) el hotel te presta bicicletas para que salgas a recorrer la famosa colonia Lafayette. Es considerada una joya patrimonial y pude constatarlo. A finales del siglo XIX, colonias como esta, las cuales estaban muy lejos de la ciudad, dieron inicio a la arquitectura moderna en Guadalajara.
Después de un corto recorrido en bicicleta por la Av. Chapultepec, la cual está llena de restaurantes y tiene un camellón en donde la familia disfruta el fin de semana, nos perdimos entre las calles de Lafayette para encontrar casas de grandes arquitectos como Luis Barragán, Díaz Morales, entre otros. En la zona puedes encontrar grandes lugares históricos, seguidos de casas donde las familias llegan y salen de su vida diaria. Una colonia divina.
El chiste es que llegamos a un restaurante asombroso llamado “El Hueso” @huesorestaurant. Un restaurante que me hizo tener una gran noche. Del conocido chef Alfonso Cadena (Poncho para los amigos) @donponchocadena, este lugar encierra una gran magia. En una casa restaurada, te espera de antesala un bar blanco (color clave dentro de los restaurantes de Poncho (tal como La Leche en Vallarta), donde podrás tomarte un trago pensando que estás en el museo de antropología, ya que tiene una gran cantidad de huesos como parte de la decoración. Es una obra de arte. Pude contar esqueletos de delfín, mamíferos, felinos, entre otros, (los cuales fueron recolectados durante poco más de 9 meses).
Después de disfrutar de un cocktail buenísimo, pasamos al restaurante. Una mesa alargada en donde todos convivíamos sin conocernos. Aquí no existe el “mesa para 4 por favor”. El éxito del HUESO es que Poncho tiene la cocina abierta para poder adivinar el hambre con el que uno llega. “¿Tienen mucha hambre?”, nos preguntó mientras preparaba uno de sus platillos más especiales. “Mucha” le contesté, y comenzó el banquete.
Me emociona contarles porque no saben lo bien que se come. La mezcla de sabores que sólo un artista culinario sabe hacer. Desde un atún curado, hasta unos mejillones a la mantequilla. Rubén uno de los chicos que trabaja en el lugar me dijo: “Lo mejor es que agarres el pan y lo ‘chopees’ en la salsa”, y eso hice. Bueno, vaya que lo gocé. Cerramos con una carne en costra de café, que nunca había comido en mi vida, y fue ahí que entendí el porqué este restaurante está considerado como uno de los mejores en Guadalajara. Yo no soy ninguna crítica gastronómica, ni tengo las bases para hacerlo. Pero sí soy una chava que disfruta mucho de las experiencias y sin duda, el sábado pasado viví una grande.
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Y sí, todos los comensales nos sentimos en la casa de un amigo al estar en frente a un chef que además de amar la cocina, disfruta de ver a todos los que están sentados gozando de sus creaciones. Poncho Cadena no es ningún improvisado, lleva muchos años en esa industria, ha recorrido el mundo entero buscando sabores. Ha trabajado en los mejores restaurantes del mundo y decidió regresar a México para mostrar sus experiencias. Su clave principal, es mostrar historias a través de la comida.
Me quedé platicando horas con él, eran las 4:30 a.m. y seguía contándonos anécdotas, mientras que escuchábamos a Pink Floyd. “Estudié hasta 3ero de prepa”, me contaba y de ahí decidió dedicarse a la cocina, que es su verdadera vocación. Esto me lo platicaba mientras los comensales comenzaban a retirarse e iban a felicitarlo por la gran cena que había ofrecido. Me quedo corta de contarles todo lo que viví esa noche, porque este diario se haría larguísimo. Pero con la historia de Poncho, puedo reiterar que si te dedicas a lo que amas… todo viene por añadidura. Me volví fan de su trabajo.
Después de tener panza llena y corazón contento, fui a dormir. El día siguiente pasamos por Tlaquepaque. El corredor Independencia es el lugar clave para disfrutar de un agua de caña, mientras vas recorriendo las galerías de arte que son visitadas semana a semana por los locales y extranjeros.
Después de haber comido riquísimo en Karnes Garibaldi, volvimos. Y es así como terminó un inolvidable fin de semana para mí. Sólo estuve 24 horas en Guadalajara y me traje muchas historias y experiencias que se suman a mi vida. Hasta pronto…
P.D. 1 Qué rica es la vida si encontramos la forma para disfrutarla.
P.D. 2 Espero haberles transmitido a través de este diario todo lo que viví.
P.D. 3 ¡A dieta!, después de todo lo que comí.
Casa Fayette
Dirección: Lerdo de Tejada 2308, 44150 Guadalajara, Jalisco
Teléfono: 01 55 5282 2199
Hueso Restaurant
Dirección: Calle Efraín González Luna 2061, Guadalajara, Jal.
Teléfono: 01 33 3615 3591
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